La educación debe ser un derecho para todos, sin excepciones. Es imperativo eliminar las barreras que impiden el acceso y la participación plena de cada niña, niño y adolescente, especialmente aquellos en situaciones de vulnerabilidad. Esto significa adaptar los planes de estudio, las metodologías y los recursos para atender la diversidad de necesidades y estilos de aprendizaje, promoviendo un ambiente donde cada voz sea escuchada y valorada.
La inclusión y la equidad no son solo conceptos, sino pilares fundamentales de una sociedad justa. Debemos trabajar activamente para asegurar que la educación sea un motor de movilidad social, brindando a cada estudiante las herramientas y oportunidades necesarias para alcanzar su máximo potencial, sin importar su origen socioeconómico, género, etnia o capacidades.